En su discurso defendió la contribución de la religión a la sociedad: “A pesar de los diferentes conceptos y filosofías, las grandes tradiciones religiosas contienen los mismos mensajes de amor, compasión, tolerancia, paz interior y autodisciplina. También son similares en su potencial de ayudar a que los seres humanos tengan vidas más felices”.
Aunque la cuestión del Tíbet apareció sólo como su tercera prioridad, ocupó la mayor parte de su discurso, en que pidió la mediación de la UE para entablar un diálogo con China para evitar la asimilación forzosa del pueblo tibetano.
En la rueda de prensa retomó su faceta de líder espiritual y explicó su receta para lograr una vida feliz: tener tranquilidad de espíritu. Hoy en día es más complicado porque se le da demasiada importancia a lo material, y eso provoca “demasiado estrés, suspicacias, ambición y codicia”.
Para el XIV Dalai Lama, esos valores no son exclusivos de la práctica religiosa, sino que constituyen una necesidad biológica, por lo que una ética secular también puede conducir a esa tranquilidad de espíritu.
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