En su libro Un mundo nuevo. Eleanor Roosevelt y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Glendon cuenta cómo se fraguó la declaración que cumple 60 años el 10 de diciembre.
Junto con los Principios de Nuremberg y la Convención contra el Genocidio, la Declaración Universal se convirtió en un pilar de un nuevo sistema internacional. A partir de aquel momento el modo en que un Estado trata a sus propios ciudadanos dejó de ser una mera cuestión interna para ser responsabilidad de la familia humana.
La gran impulsora fue Eleanor Roosevelt, esposa del presidente norteamericano. Para ella, la compilación de derechos constituía una unidad órganica que sólo adquiría su pleno sentido como conjunto. Glendon lamenta que “hoy la declaración se ve casi de forma universal como una especie de menú de derechos entre los que cada uno puede escoger a su gusto”.
“El hecho de los países y los grupos de intereses busquen cada vez más definir sus agendas o justificar sus acciones en términos de ‘derechos humanos’ da la medida del éxito de la idea: Casi todas las disputas internacionales tarde o temprano implican los derechos humanos; casi todo ejercicio de la fuerza militar reclama la acción humanitaria como justificación. Y sin embargo, cuanto más se despieza y se politiza la declaración, mayor es el riesgo de que la protección de los derechos humanos se convierta en un pretexto para imponer la voluntad del más fuerte por intervención armada o por presión económica”.
“Uno de los errores más extendidos hoy en día es que la Declaración pretendía imponer un único modelo de conducta apropiada en vez de propocionar un standard común que pudiera aplicarse en diferentes culturas en una legítima variedad de maneras. Esta confusión ha hecho que numerosas regiones miren con recelo la Declaración Universal y da argumentos a la acusación del imperialismo cultural de Occidente tan a menudo lanzada conta todo el movimiento de los derechos humanos”.
Merece la pena leer la declaración: Algunos derechos nunca se han conseguido, aunque parece que ya a nadie le importa, mientras que otros supuestos derechos nunca han estado en la lista.
1 comentario:
Pues es como si se avanzara global, estructural y mentalmente hacia atrás. Retrógrados es la palabra correcta para calificar estos avances (obsérvese la "contradictio in terminis"). Si se le quiere dar connotaciones politicas: reaccionario o conservador o restaurador; de 'derechas' si moderado; fascista si peleón.
Matiz social: antiprogresista.
Lenguaje coloquial: carca, trasnochado.
Moda: démodé, antifashion.
Eclesiástico: antiaggiornamento, preconciliar, lefevrista.
Deporte-fisioterapia: proceso irreversible de atrofiamiento muscular.
Académico: mentalidad de pueblo.
Arte: antivanguardista.
Militar: en retirada.
Física: antimateria, agujero negro, "big crunch" o implosión.
Bueno, ya paro.
El caso es que yo creía que las sociedades de ídolos y sacrificios humanos se habían superado 'definitivamente'. ¡Ay infeliz de mí! ¿Quién erradicará mi aferrado idealismo que tanto estimo?
Pues no me da la gana.
Gracias Viki por permitir expresar mi pensamiento en tu superblog.
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