La mayoría de los visitantes celebrarán la Navidad en alguna de las grutas del Campo de los Pastores, a las afueras de la ciudad de Belén. Igual que aquellos betlemitas que recibieron el anuncio del ángel, se cobijarán del frío en una de esas cuevas naturales que los palestinos han usado como almacén o para guardar animales durante siglos.
A partir de la medianoche, cuando acabe la misa del gallo en Santa Catalina, los frailes franciscanos cogerán la imagen del niño Jesús y la llevarán, atravesando la basílica -hoy en manos de frailes ortodoxos griegos- hasta la gruta del nacimiento. Allí celebrarán misas durante toda la noche, hasta el amanecer.
Los peregrinos irán bajando las angostas escaleras para ver el altar sobre el pesebre y para besar la estrella de plata que, bien clavada en el suelo, marca el lugar donde la tradición sitúa el alumbramiento de la Virgen aquella primera Noche Buena.